Madurar, admitir la caída de las todo poderosas y admitir el alumbramiento de las madres sencillamente humanas.

07.03.2017

Un nuevo día de la madre, es antecedido nuevamente para mi, por un cierto desvelo. Por un intento de tomar este día comercial, que tan bien dialoga con nuestra cultura latinoamericana que el poder colonial tornó intensamente misógina, como una excusa para pensarme y pensarnos.

En el estado actual me mis cosas, atribuyo este desvelo a la necesidad de seguir encontrando en los entrecruces del feminismo, el marxismo y el psicoanálisis sentidos, tanto a mis propios sufrimientos como a nuestras potencias socio-culturales y vinculares heredadas y heredables.

También en criollo y más cortito, amo a mi madre, he disfrutado infinitamente de ella, la he sufrido, he aprendido de su ser y estar en el mundo. Me gusta reírme con ella, pelearla -y no me gusta nada que me pelee- comer juntas y echarle las culpas de lo que no anda, en mi y en el mundo, como yo quiero. También me gusta darme cuenta de que le pido y le he pedido imposibles como este, que esa no es su responsabilidad. Esa no es ya su responsabilidad y aliviarme en el descubrimiento de que es humana, tan humana e imperfecta como yo o como cualquier otro u otra. Me gusta saber que en sus cosas, en sus formas de andar en el mundo está también mi abuela, que como todas fue un festival mucho más entretenido es ese rol, que el de madre. Recordarlas en sus cocinas y delantales, entre sus novelas y mates, sus amores y desamores, sus aciertos y sus yerros, me hace sentir que hay vida para rato, que la hubo antes de mi y que la habrá después. Que la vida se abre camino muchas veces en condiciones que parecerían muy poco auspiciosas y que sobre todo se lleva puestos, cuando empuja fuerte, profecías de todo tipo, entre otros artefactos mentales y teóricos que armamos para explicar o predecir sus destinos.

Es decir, yo que me digo feminista sigo en algunos lugares de mi ser pidiéndole a mi madre que sea un ser todopoderoso y suprahumano, y cuando siento que no lo fue, o no es, creo que es "frágil", "fallada" o algún otro espanto. Espantos que también extiendo sobre mi, cuando no encuentro a la velocidad que se me antojan, las respuestas que busco para cuidar de mi pequeño crio.

Yo que me analizo hace rato, alguna vez me he encontrado así de inadura, así de extraviada. Es que a "Seguro se lo llevaron preso". Solo puedo decir en mi defensa que me pasa cada vez menos y que camino, creo qeu más a fuerza de vida que de análisis a ponerme en los "zapatos de la vieja" y entender que las tareas de la crianza "no son changa".

¿Cúal es el origen de esta desmedida exigencia hacia las madres y las mujeres que, a favor o en contra de su voluntad, son ubicadas en ese lugar? ¿Porqué esta desesperada necesidad de madres todopoderosas? U omnipotentes diríamos en jerga psicoanalítica.

Han corrido ríos de tinta feminista y de la mencionada disciplina para intentar responder estas preguntas y aún estamos en camino. Y seguramente no sea en vano porque se nos va la vida -literalmente a demasiadas- en estos asuntos.

En lo personal sigo creyendo que hay una serie de cuestiones vinculadas, a un cierto equipamiento psíquico -por intentar sintetizar- que es completamente vital para la humanidad, absolutamente demandante (incluso en algunos casos y ciertas condiciones riesgoso) y potencialmente muy gratificante para quien lo posee, que ha sido en general reservado a la mujeres, por un complejo e intricado proceso de transmisión cultural e histórico y que tiene origen en la condición biológica del sexo femenino.

Dicho así parecería muy simple y en algún punto lo es, pero las significaciones sociales y las consecuencias de esta división sexual del trabajo psíquico y social vinculado a la crianza temprana y las subsiguientes, vuelve bastante complejo el asunto.

Simone de Beauvoir realizó un análisis pormenorizado de algunos de estos aspectos y señaló esta tendencia presente en muy diversas culturas a la idealización y sacralización de la mujer y su condición, que acarrean necesariamente su anverso: la demonización y el temor a los oscuros poderes que nos serían propios.

Por su parte, la contemporánea Rita Segato nos invita a pensar la violencia machista en sus peores versiones como una expresión de sobreadaptación de los sujetos masculinos más débiles, quienes frente a diversos modos de sometimiento y sufrimiento social y vincular al que se ven expuestos, no logran revelarse y lo transforman en formas brutales de agresión sobre el cuerpo de mujeres, niñas y niños.

Algunos aportes realizados por las neurociencias colaboran a desmantelar la idea de un supuesto instinto maternal de origen biológico, al demostrar que es la exposición a la cría y sus acuciantes necesidades las que ponen en marcha, despiertan o activan tal capacidad de ponerse a su servicio. Sólo es necesario un adulto o adulta medianamente maduro y empático. También han ayudado a comprender que es esta inadaptación inicial la que permite el acceso a la riqueza y complejidad de la vida humana, a la que se viene sin lenguaje, sin símbolos, sin cultura, sin integración perceptual o motriz suficiente.

En este sentido se puede decir que por un lapso deseablemente acotado, ese adulto o adulta, es todo para la cría y esta no es, no puede llegar a ser, sin tal entrega. Por lo que este proceso implica un cierto tiempo de renuncia a los modos más comunes de la vida adulta, donde el ser y estar para sí se ve temporalmente suspendido o reemplazado por un ser y estar, para y con.

El asunto se complejiza un poco más pero puede llegar a entenderse mejor si comprendemos que cuando hablamos del tipo de equipamiento psíquico y del tipo de entrega necesaria para la cría humana los primeros meses, sobre todo de los 0 a 6 meses nos referimos a lo que Winnicott llama "preocupación maternal primaria". Un estado de alienación del mundo circundante, que el autor equipara a una locura transitoria, completamente sana y necesaria para brindarle casi por completo el propio psiquismo al ser recién nacido. Sin ese estado es difícil que el recién llegado pueda desarrollar su propia psiquis de manera adecuada. Si la fusión fue total y efectiva esté podrá pasar de lo que el autor denomina dependencia absoluta, a la relativa, tener un apego seguro e ir soltando su referente de confianza y salir poco a poco a explorar el mundo de "bocaditos".

Como he dicho se ha demostrado que no se necesita ni ser madre biologica de la cría, ni un cuerpo femenino para desarrollar esta preocupación primaria por un ser en ese estado de completa dependencia que la cría humana al momento del nacimiento.

Sin embargo podríamos postular que en nuestra cultura latinoamericana, por ejemplo, este estado de renuncia es exigido casi únicamente a las madres y mujeres, y mucho más allá de esos primero momentos cruciales en la vida de un ser. Y que para muchas mujeres ese espacio de increíble potencia que puede significar la maternidad en los primeros tiempos se convierta entonces en el único recinto de existencia social valorada al que pueden aspirar.

No nos debería sorprender entonces la presencia de una cierta vocación renunciante en nuestro género, acompañada de dificultades para dejar crecer a los hijos e hijas y reclamos de valoración y gratitud. En los que la perversa trama "te he dado mi vida, me debes la tuya", se teje con facilidad.

Por momentos pienso que podemos hacer dos cosas tan sencillas, más allá de nuestros análisis y militancias, para que un cierto giro humanizador o civilizatorio tenga lugar permitiéndonos desestimular estos áridos y gastados senderos misóginos. Por un lado equipar más y mejor, no sólo a las mujeres sino también a los hombres para poder llevar adelante estas tareas de sostén en edades tempranas, tan demandantes como potencialmente gratificantes y transformadoras. Y por otro, pienso, cuando escucho como culpabilizamos y responsabilizamos a las madres por lo que sea que acontece a sus hijos e hijas (como confesé que hago yo íntimamente con mi madre y con la madre que soy) que es posible que todos y cada una, desde el lugar social en que estemos, colaboremos en demandar menos a las demandas y ayudar a sostenerlas a para que puedan sostener lo mejor que les salga.

¡Por este sueño y muchos más! ¡Salú abuelas, madres, hijo/as y nieto/as por infinidad de encuentros y reencuentros en la risa, el juego, el error o el llanto. Y por sobre todo por su derecho, el mío y el de cada una a ser sencillamente humanas!


2020 Semillero Este por Eliane Gerber Comba
[Espacio de diálogo y creación sobre cuestiones incómodas]
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar