En las previas del 8: el único militante feminista es el invisible.
Cuando me encuentro en la redes con declaraciones de hombres que creen, pretenden o intentan ser feministas, siempre me siento bastante incómoda. En muchos casos pienso en todo lo que cosechan con su compromiso con la lucha feminista, con los costos que esta tiene para nostras.
Así, frente a las manifestaciones de hombres muy diversos en relación a que no se sienten incluidos en esta convocatoria para el 8 de marzo o que se sienten igualados, puestos en el mismo bolso con los "verdaderos machistas", siento la necesidad de decirles algunas cosas que creo, no a todos sino a aquellos que, en su torpezas o miopías propias del privilegio, intentan genuinamente desmontar las lógicas machistas de las que son beneficiarios.
Una de las primeras es que si de verdad querés colaborar andá al final de la fila. ¡Si! ¡si! ese lugar que nunca te toca si hay mujeres. No robes cámara, pensá que desde pequeño has tenido en casi todo escenario social más espacio que tus "pares" femeninas.
Dos, estas acostumbrado a que cada vez que haces algo que "los hombres tradicionalmente no hacen" tan básico como cambiarle los pañales a tu bebé o lavar tu propia ropa (si tan loco como hacerte cargo de ti mismo o de tu descendencia) recibes un enrome refuerzo social de elogios y reconocimientos, lo que sólo habla de lo injusta que es la repartija a la hora de sostener la vida en el ámbito doméstico. Hacé a la par y si podes un poquito más de esas repetitivas y tediosas tareas cotidianas, esas que no engrosan tu currículum ni te dan prestigio, seguro que cualquier mujer ha hecho cientas de ellas por vos, sin reclamártelo, pedirte aplausos ni nada a cambio.
Tres, apoya a otras personas, en particular mujeres sin que ellas necesariamente lo sepan o hacelo sin esperar reconocimiento, sin obtener ningún rédito, ni simbólico, ni político, ni afectivo, ni sexual. No lo hagas con ningún otro fin que no sea el de sentirte realizado a través de su realización. Apoyá en lo que seas bueno a las mujeres que tenés cerca, si hiciste media secundaria o carrera con los apuntes y los resúmenes de tus compañeras mujeres, si algunas de ellas fueron tu calendario viviente para saber cuando tenías que rendir el parcial o el examen, apoya a la colega valiosa que tengas más cerca, hacele piecito para que siga adelante con su carrera como esas compañeras hicieron contigo. Compartíle esos piques que sabes sobre como hacer rendir eso que sabe o eso que hace, explicale como puede tomar protagonismo en determinada área. Hacé de chófer de esa compañera que anda a pata, o enseñale a manejar si lo necesita sin hacerte el galante o el caballero, hacé de apuntador de esa amiga que tiene ideas brillantes pero no tiene nunca tiempo para plasmarlas, hacé de aguatero o de alcanza-pelotas de esa prima que es buena para los deportes pero que nadie registra en la familia, recordale que es buena siempre que puedas. Hacé de niñero (si tenés hijos sólo hacé tu parte y si estas comprometido, hacé ese plus para hacer piecito) de tus amigas o hermanas para que terminen de estudiar, o preparen ese concurso, para que puedan por fin tomar esas clases de pintura con las que siempre soñaron o para que aprendan a nadar o para que se tomen un café con amigas o vayan al cine, como hacemos nosotras.
Cuatro, date tiempo para ponerte en los zapatos de otros y otras, practicá por un día la empatía con toda convicción. Las mujeres en general somos depositarias de una enorme carga emocional, se espera que entendamos, que escuchemos, que respondamos a las necesidades afectivas de quienes nos rodean. Que recordemos los cumpleaños y elijamos los regalos hasta de los primos segundos de nuestras parejas. Desmontá un rato esa repartija sexual del trabajo afectivo y vincular, pregúntale de verdad y con ganas de escuchar a tu pareja por qué está triste o irritable o a ese compañero de trabajo al que no parás de hacerle chistes porque sabes que está angustiado, qué le pasa. Preguntale y disponete a escuchar, a no juzgar y sólo procurá entender. No esperes que te agradezcan, basta con haberles aliviado su carga por un rato.
No se trata de cuatro ejercicios de sometimiento, las feministas no pretendemos que los hombres sufran la infamia de la dominación que atraviesa nuestros cuerpos y sensibilidades desde que se nos da nombre de mujer, sería una búsqueda de revanchismo infantil e inconducente. Se trata de un ejercicio de cierta complejidad psíquica y de alto valor para las empresas colectivas e intergeneracionales, se trata de poder sentirse plenamente feliz con la realización de otros y otras, se trata de aplazar las propias necesidades y los propios deseos para hacer posible la satisfacción de necesidades y deseos colectivas o de otras personas. Necesidades y deseos que sin tus renuncias no sería posible satisfacer del mismo modo. Y hacerlo no para que vean cuan buen padre, vecino, compañero, jefe o amigo podes ser, sino simple y sencillamente para que ¡esas otras personas sean!
Es esa función de renuncia por la cría, por la economía o la salud familiar, por quienes han envejecido o enfrentan algún tipo de discapacidad las que atraviesa nuestra vida como mujeres. El punto no es que dejemos de hacerlo nosotras sino que aprendan a hacerlo también ustedes - además de responder el Estado por supuesto- si pretenden ser compañeros en estas luchas.
Este ocho de marzo sirvan, sirvan la mesa, el desayuno, el café, sirvan a la causa feminista, háganlo sin bombos ni platillos, sin esperar galardones, sin publicarlo en las redes, háganlo sin dejar rastro, invisibles como tantas mujeres cada día.
Dejen lugar en la calle, en la plaza, en el discurso como nosotras dejamos. Callen y escuchen, no para someterse sino para recibir, para nutrirse y para hacer justicia con esas que tanto han callado y escuchado para entender y para atender, para mediar y para sostener.
¡En otras palabras dejen de hablar de igualdad y empezien a actuar con reciprocidad! Sólo así te podremos decirles compañeros.
Si quieren ser feministas al menos por un día, este 8 de marzo hagan ese trabajo invisible que nostras hacemos todos los días para hacer rodar el mundo.